Fábrica CORCEMAR

 

Una historia de constructores y de cemento que  llegaron un día a Pipinas… 

Emilio Pedro Garlot, llega desde Francia, a la Argentina, en el año 1889, pasa dos años en Buenos Aires, y en 1894 está en Córdoba. Había arribado a nuestro país trayendo consigo a un niño de año y medio; Marcelo Garlot.

Marcelo Garlot: cursa sus estudios primarios y secundarios, para luego estudiar en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Córdoba.

Se desempeña como funcionario municipal, habiendo sido antes inspector de obras. En el ejercicio de esta última función, es cuando conoce a Pablo Verzini. Corría el año 1915.

En palabras de quien trabajó muchos años junto a él, “Marcelo Garlot concebía al personal como a una gran familia, y como jefe estaba presente  en todos los eventos significativos del personal y sus familiares”.

Pablo Verzini nace en 1881en Italia; es hijo de José Bautista Verzini, quien llega a la Argentina en 1882, se dirige a Tucumán, y trabaja en la construcción de talleres de Tafí Viejo; después en el tendido de la línea del ferrocarril de Concepción a Graneros. José Bautista, y su hijo Pablo habían trabajado en una villa lindante con Termas de Río Hondo construyendo “los primeros baños públicos, una iglesia, y un colegio,…” (A. Perez Wat año: 40) Se indicaba en dichos edificios Bautista Verzini-Pablo Verzini, Compañía Constructora. En 1901, don Juan Bautista, su esposa y sus hijos se trasladan a Córdoba, y aquí empresa continúa levantando edificios.

Raúl Dante Verzini nace en el año 1907 en Córdoba, primogénito de Pablo Verzini.

Para el año 1915, se produce el encuentro entre Marcelo Garlot y de Pablo Verzini; de donde surge una amistad y al idea de instalar “una pequeña fábrica de cemento en Córdoba” (Perez Wat año). Esta idea se concreta en 1917, en que en el mes de diciembre se funda Verzini y Garlot, en la Estación Km 7,  Villa Revol, en el sur de la ciudad de Córdoba. El cemento fabricado lleva como nombre Sigma. Esta fábrica cuenta con un horno vertical discontinuo, construido por el personal.

En el año 1925 muere Pablo Verzini. Momento en que Raúl Dante Verzini se incorpora a la empresa, desempeñando la función de cobrador de la sucursal, luego pasa al laboratorio, en tanto que sigue atendiendo las obras particulares a cargo de su padre. Posteriormente obtiene el cargo de Secretario Técnico de la fábrica.

Para estas épocas, el cemento se empezaba recién a difundir en las construcciones, y tiempo después se observa una manifiesta mejora, a través del mayor insumo de cemento y en el afianzamiento de sus múltiples posibilidades de aplicación.

En el año 1928, se instala una firma de cemento portland con la que Verzini y Gralot no están en condiciones de competir. Hasta ese momento ésta era la única fábrica de portland. Es entonces cuando comienzan a buscar socios y nace así Verzini, Garlot y Cía S.RL.

En el año 1931, la pequeña fábrica de cemento Sigma, se transforma en la “Corporación Cementera Argentina S.A.”, se instala un horno rotativo Traylor  aquí; y en octubre de 1932 sale de ésta la primera bolsa de cemento portland “Corcemar” (sigla del nombre de la empresa).

Entre 1932 y 1933, se afianza el éxito del cemento en Córdoba. Lo que continúa en forma gradual, y es en este contexto en que se decide instalar una fábrica en Mendoza, en Capdeville. Es a Raúl Verzini a quien se le confía la construcción de esta planta, y en la que desempeña el cargo de Superintendente. De aquí sale la primera bolsa de cemento en julio de 1934. La fábrica adquiere otro horno que se inaugura en 1938.

La empresa mantiene la idea de expandirse, entonces desde Mendoza, nuevamente, se le encarga a Raúl Verzini la construcción de una planta en la provincia de Buenos Aires; y se produce la llegada a Pipinas.

Hasta Pipinas llega el ingeniero Marcelo Garlot, quien diciendo ser paleontólogo que está rastreando fósiles de su interés, explora los importantes yacimientos de conchillas que podían brindar la materia prima necesaria para una fábrica productora de  cemento portland. Para este momento ya estaban comprados los terrenos, y encargada la maquinaria.

En palabras de Raúl de Verzini, este era el paisaje que lo recibía en Pipinas; “(…) un fuerte aguacero había aumentado el contenido de los bañados y hasta donde podía alcanzar mi vista se veía agua y más agua…” Menciona el sulky que le ofrece Justiniano Costa, jefe de la estación en ese entonces. Y continúa Verzini, “Empecé a andar (…), pero no pude ir más allá de 600 metros de la estación. Por doquier el barro, los pantanos, el agua impedían el avance normal del liviano rodado. (…) Los terrenos donde proyectábamos erigir la fábrica eran, en rigor de verdad, grandes trigales annegados.” En razón de esto tuvieron que elevar terrenos y disponer de canales  colectores. Al inicio contaron con las comodidades elementales, a las que siguieron las construcciones civiles; dice Verzini haber contado con “un equipo de trabajadores ejemplares”.

Continúa Verzini  contando que en un año no había abandonado el radio de la fábrica. Menciona “la fonda” de Pipinas, “mi querida rinconada”, como el lugar donde vivió al principio, a la que describe como “un  largo galpón de chapa de zinc” por donde cuando llovía “colaba el agua”.

Progresivamente se fueron construyendo las casas, y el hotel. Asimismo respecto de conquistas sociales los obreros poseían su casa, contaban con muy buenos servicios asistenciales, se erigieron escuelas, sin olvidar los medios de esparcimiento, tanto sociales como deportivos.

El 4 de mayo de 1939, sale la primera bolsa de cemento de la planta de Pipinas.

, permanece en este emplazamiento como superintendente general hasta el año 1943, cuando se hace cargo de la sucursal de Buenos Aires. La función que desempeñaba en Pipinas pasa a manos de su hermano, el ingeniero José Bruno Verzini.  

 

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